Tan pronto como un ser humano nace se comunica con sus congéneres.
Los bebés lloran cuando quieren algo.
Son capaces de proferir palabras simples a los pocos meses de edad.
Con dos años ya pueden decir frases de tres palabras.
No se puede influir a los niños cuando empiezan a hablar.
Pero sí se puede intentar influir en la manera en que aprenden su lengua materna.
A tal fin, sin embargo, hay que seguir ciertas reglas.
Sobre todo es muy importante que el niño esté siempre motivado a la hora de afrontar el aprendizaje.
Tiene que darse cuenta de que está logrando algo cuando habla.
Los bebés se alegran cuando reciben una sonrisa: para ellos supone un
feedback
positivo.
Los niños más grandes buscan el diálogo con su entorno.
Se orientan hacia la lengua de la gente que los rodea.
Por eso es tan importante el nivel lingüístico de padres y educadores.
¡También tienen que aprender los niños que el lenguaje es valioso!
Pero deben divertirse en todo el proceso.
Leer en voz alta les demuestra lo apasionante que puede ser el idioma.
Los padres deberían, por tanto, hacerlo tanto como les fuese posible.
Cuando un niño tiene nuevas experiencias, quiere contarlas.
Los niños bilingües necesitan reglas firmes.
Necesitan saber qué lengua deben emplear con quién.
Así es como su cerebro puede aprender a diferenciar ambos idiomas.
Cuando el niño va a la escuela su lenguaje cambia.
Aprende una nueva lengua coloquial.
Es importante que entonces los padres presten atención a la forma de hablar del niño.
Las investigaciones revelan que la primera lengua marca el cerebro para siempre.
Lo que aprendemos siendo niños nos acompaña el resto de nuestras vidas.
Quien aprende su lengua materna correctamente cuando es niño se va a beneficiar de ello más tarde.
Será capaz de aprender más rápido y mejor- no solo idiomas…